Teorías conspiratorias
25 febrero, 2024

What if…

 

 

La película que más me ha helado la sangre resulta ser una comedia romántica de finales de los años noventa, donde Gwyneth Paltrow ostenta un papel doble en la pantalla. Gwyneth se despide de su pareja, se dirige al trabajo en metro y la película se bifurca en una doble trama: en una, Gwyneth logra ingresar al vagón del metro y sigue con su monótona existencia en piloto automático; en la otra, Gwyneth no logra ingresar al vagón del metro y regresa a su departamento para descubrir que su pareja le está metiendo el cuerno.

Desde entonces, vivo con el constante temor de que mi propia vida se ramifique día a día, según si piso el suelo al levantarme de la cama con el pie derecho o el izquierdo. Si lo hago con el derecho, todos los semáforos me reciben con luz verde, garantizando un día placentero; si lo hago con el izquierdo, los semáforos se tornan rojos y desencadenan un encuentro con un irresponsable absorto en su celular, desembocando en un impacto contra la defensa de mi coche y convirtiendo mi jornada en un verdadero calvario.

Así sucede, una y otra vez, en cada una de mis decisiones, por más intrascendentes que parezcan. Quienes me conocen, saben ahora por qué hago una pausa antes de, por ejemplo, responder al mesero si deseo mi café americano con leche regular o deslactosada, ya que esa pequeña diferencia, créanlo o no, puede significar que se desate un virus que acabe de una vez por todas con los humanos o que se descubra la cura contra el cáncer.

Sin embargo, hay días en los que no soy tan egocéntrico y decido ver la vida con filosofía. Por ejemplo, para el imbécil que acaba de chocar contra la defensa de mi coche debido a una conversación en Tinder y no podrá llegar al motel para desfogar sus bajas pasiones, pero, en cambio, sí llegará a casa para tener sexo ansiolítico con su esposa y concebir al próximo Steve Jobs mexicano.

 

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