Siempre me ha resultado intrigante las artimañas que despliegan los individuos para convencer a otros de comprar. Pero lo que verdaderamente me sorprende son aquellos empeñados en utilizar estrategias que, en lugar de persuadir, ahuyentan al potencial comprador.

—¡Pásele, pásele, güerita, acá tenemos de todo!

Esta antitáctica de venta, que se encuentra en cualquier tianguis de esquina, ha sido implementada, en su desesperación por vender, incluso en las plazas comerciales.

—¡Adelante, adelante, pase usted! —anuncia el vendedor bien trajeado en la entrada de un comercio que paga una exorbitante renta mensual.

Otro clásico que ha llegado para quedarse es reventar los tímpanos de los transeúntes con retumbantes bocinas instaladas en la banqueta de la tienda. Pausa comercial: sugiero a los otorrinolaringólogos ubiquen sus consultorios adyacentes a dichos establecimientos.

Otra antitáctica que despierta mi curiosidad, al punto de mantenerme en vela por las noches, es la tela fosforescente agitada por un motor eléctrico o un ventilador cilíndrico (llamados “Sky Dancers”). ¿Alguna vez, en toda la historia moderna de la humanidad, alguien observó estas telas danzarinas y se vio imantado a comprar sin razón aparente?

Y finalmente, nos topamos, en plena segunda década del siglo XXI, con el infalible recurso de las edecanes. Puedo entender que si tu tienda lleva el nombre de “Viejo Asqueroso Rabo Verde”, recurras a ellas.