No hay pudor
24 mayo, 2016

La secta saludable

pildorita-05

 

Inhalo, exhalo. Soy un hombre de mediana edad, con sobrepeso y antecedentes familiares de diabetes e hipertensión. Por eso, me he obligado, bajo prescripción médica, a trotar todas las noches sobre la avenida.

Inhalo, exhalo. Un señor me hace una seña con la mano. Finjo no verlo porque, desde hace algunas semanas, otros señores en pantaloncillos cortos y medias hasta las rodillas me hacen gestos idénticos. Al girar el cuello para ver si hay alguien detrás de mí, siempre me topo con la calle desierta, obligándome a recorrer el resto del trote con angustia, intentando conectar sin éxito escenas del pasado con los rostros desconocidos a quienes no devolví el amistoso saludo.

Inhalo, exhalo. A la altura del kilómetro ocho, con el ritmo cardíaco estable, la mirada al frente y las piernas en perfecta sincronía, caigo en cuenta de la horrible realidad que estoy pisando. Mi muro de Facebook está tapizado con amigos de la infancia, del trabajo, conocidos y desconocidos, que posan ante la cámara, empapados en sudor, con una sonrisa histérica, congelada y una medalla en la mano. <<Con toda la actitud para los próximos 20K>>, titulan la imagen.

Inhalo, exhalo. Yo me enganché, creo, cuando Marcelino Charruf, el gordito adicto a las Quesabritas con el que estudié en los Legionarios de Cristo, apareció en mi timeline, irreconocible, flaco hasta los huesos, de color verdoso, pómulos salientes y con el pulgar en alto. Cientos de likes y comentarios entusiastas adornaban la imagen inverosímil en el momento en que un único like me informó que a alguien (Marcelino) le gustaba una fotografía donde fui retratado de perfil, luciendo sendos cachetes y papada de Alfred Hitchcock.

Inhalo, exhalo. <<¿A dónde vas?>>, me preguntó mi mujer, acostada en la cama, lista para ver un maratón de Netflix. Lo que en un principio creyó un capricho de gordo, terminó por asustarla al descubrir la alacena llena de latas de atún.

Inhalo, exhalo. El éxito no es más que un rosario de sacrificios. Intento apartar de mi mente la imagen de mi mujer con los ojos fijos en la pantalla del televisor y un bote de palomitas con mantequilla entre manos. <<Ocho kilómetros. Tiempo promedio de carrera: seis minutos, quince segundos>>, me informa la App Runners mientras el ácido láctico baña los músculos de mis extremidades inferiores.

Inhalo, exhalo. Pienso en qué nuevas rutas tomaré mañana, donde no tenga que esquivar a transeúntes que caminan en mitad de la banqueta.

Inhalo, exhalo. Ruego para que esta noche el papá de Marcelino Charruf lo haya obligado a quedarse hasta tarde en la fábrica o que, de una vez por todas, descubra que a su esposa trofeo le sacan brillo cuando no está en casa.

Inhalo, exhalo. Un señor en pantaloncillos cortos y medias hasta las rodillas me hace una seña con la mano, pero esta vez, en automático, mi mano se levanta y mi cuerpo sabe que está listo para correr su primer medio maratón.

 

8 Comments
  1. Responder
    Mario Cinquemani

    Muy padre, somos tantos que a veces creemos que vivimos una historia única, cuando a veces despertamos y nos damos cuenta de que hay muchos “otro yo” viviendo situaciones muy similares, con preocupaciones y gustos que a la larga se van convirtiendo en costumbres o clichés que nos definen. Ahora entiendo por que para la mayoría de gobiernos solo somos números, nadie es indispensable.

    • Responder
      Rodrigo Solís

      Me alegra que te haya gustado, Mario. Te mando un abrazo fuerte. Y sí, sólo somos números al final del camino.

  2. Responder
    Maru

    Brillante!
    Y te entiendo, así o sentimos. Bueno, sentía. Cuando corría. Pero volveré, regresaré a la secta.
    (no se molesta la esposa de Marcelino si la llamas puta?)

    • Responder
      Rodrigo Solís

      Qué bueno que te gustó, Maru. Y la esposa de Marcelino es un alma libre y cero prejuiciosa (a diferencia mía).

  3. Responder
    Nidia

    Me encanto!! Rodrigo te leo desde hace ya muchos ańos y no dejas de sacarme unas buenas carcajadas con ese tu humor tan especial!
    Gracias!

    • Responder
      Rodrigo Solís

      Gracias a ti, Nidia. Claro que te recuerdo desde el antiguo blog. Saludos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *