Las estadísticas no mienten. Sin vueltas. Directo al mentón.

Lanzarse al emprendimiento o ser autónomo de tiempo completo es como firmar tu sentencia de muerte. Quizás por eso, el joven becario danés, responsabilizado de colmar los días festivos en el calendario, decidió proclamar antier (16 de abril) como el Día Mundial del Emprendimiento.

Probablemente en el primer mundo la situación sea distinta, pero aquí en México, bien podríamos haberlo denominado el Día del Cáncer Terminal.

Si ostentas un negocio propio o dependes completamente de tus trabajos independientes, enhorabuena, eres una rareza. Solo el 20% sobrevive los primeros 2 años. Y de esos pocos supervivientes, la utilidad anual promedio se reduce a 200 mil pesos. Es decir, gozarás de la exquisita recompensa de 16,500 pesos mensuales por ser tu propio dictador laboral, exprimiéndote 16 horas diarias.

Por otro lado, si te uniste a las filas de una empresa, felicidades, eres una persona sensata, no un suicida en potencia.

El próximo 17 de mayo, a un mes de distancia, daré una conferencia en Yucatán i6, el evento más grande de tecnología e innovación del sureste de México.

“Quiero que reveles el misterio de cómo le haces para monetizar algo intangible”, me planteó el director del Instituto de Emprendimiento de Yucatán.

Lo único claro hasta el momento es que carezco de una respuesta a su enigma, por lo que me veré obligado a ascender al escenario en compañía de un terapeuta empresarial.

No es un chiste.

Sí, ese oficio existe y pueden contarse con los dedos de una mano, al menos aquellos que alcancen los estándares de Wendy Rhoades.

Sospecho que nos aguarda una combinación entre stand-up (involuntario) y terapia (voluntaria) para entender por qué aún persiste la especie dispuesta a inmolarse por un idea que, en un 80% de los casos, los arrojará a los brazos de la quiebra.