Cuentos y reseñas
5 noviembre, 2023

El precio de los sueños

 

 

Existe una historia ancestral que contradice por completo el dicho moderno “soñar no cuesta nada”. Y qué bueno, porque soñar sale carísimo, en especial cuando eres adulto. Si no lo crees, mira el botiquín de tus papás, encontrarás medicinas para dormir o templar los nervios, desde Ambien a Zaleplon. O si ya eres uno, sabes perfecto de qué hablo. Hablo de poder dormir, y si tienes suerte, soñar.

La historia arranca así. José era el hijo favorito de Israel, es decir, un privilegiado experto en soñar. Tanto lo era, que cientos de años después, hasta películas y musicales hicieron en su honor (así que seguro lo ubicas). Sus sueños en realidad eran lisérgicos, en especial dos de ellos: en uno aparecían manojos de trigo zalameros; en el otro, estrellas postrándose ante el sol.

¡Pero qué envidia de sueños! Y José lo sabía. Por eso lo primero que hizo al despertar fue revelarlos a sus hermanos mayores (incapacitados para ello ya que aún no inventaban el Clonazepam).

<<Y si lo matamos>>, propuso el más envidioso. <<Tampoco es para tanto>>, intervino el sensato. <<Mejor lo aventamos al pozo>>, sentenció el práctico. Y al fondo del pozo fue a dar José por culpa de sus sueños narcisistas.

Al cabo de unas horas apareció el hermano consternado: <<Fui al pozo y no vi a José>>. <<Chitón, aquí está tu parte>>, dijo el hermano emprendedor, entregando un par de monedas de plata. <<Lo vendí como esclavo a los ismaelitas>>.

La versión oficial (la Biblia), dice que todo esto ocurrió por envidia, y algo de cierto hay, y la moraleja es que los sueños se cumplen más tarde que temprano, porque años después, quien llegó siendo esclavo a Egipto terminó convirtiéndose (más ni menos) en el compadre del faraón Ramsés, dando por resultado que los trigos y las estrellas de sus sueños (los hermanos) finalicen de rodillas ante el astro rey (José).

 

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