Educación física
31 octubre, 2017

La sal de las carreras

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Este domingo se corre el “Gran Premio de México” de Fórmula 1. Y como es previsible, cientos de miles de personas desembolsarán fortunas por el privilegio de sentarse bajo los rayos del sol a observar coches a alta velocidad, es decir, harán lo mismo que podrían hacer gratis (y sin quedar sordos) yendo a periférico.

Sin embargo, no sólo las carreras de coches son un sinsentido, también las carreras de humanos lo son, y mientras más cortas, mayor grado del absurdo.

Los 100 metros planos, para no ir más lejos, ni siquiera debería ser considerado un deporte. <<En sus marcas, listos, fue…>> medalla de oro para Jamaica. La gente espera 4 años para poder asistir a un evento que dura, a lo mucho, 9 segundos.

Todo sería distinto, por no decir emocionante, si las carreras de humanos tuvieran reglas de verdad. Ejemplo: los corredores tienen derecho a portar herramientas olímpicas. Carriles 1 y 8: jabalina; 2 y 7: disco; 3 y 6: bala; 4 y 5: martillo. La herramienta olímpica (una por atleta y en riguroso orden por carril) podrá utilizarse sólo cuando un competidor esté por delante de otro a más de 5 metros de distancia, o sea, el equivalente al DRS en Fórmula 1.

Bajo el amparo de este nuevo reglamento, juzguen ustedes si no, de tener un espectáculo ramplón, las carreras de humanos pasan a ser in extremis emocionantes, dotadas de estrategia como toda disciplina que se respete. Los atletas, incluso, se vuelven más completos, pues ya no sólo ejercitan los músculos para ver quién es el más veloz, sino ahora tienen que afinar la puntería y templar los nervios para salir airosos.

<<En sus marcas, listos, fuera…>>. Todos quietos, estatuas de marfil observándose con el rabillo del ojo para descubrir al primer valiente en superar la lluvia de jabalinas, balas, discos y martillos.

En resumen: el deporte por reglamento debe ser divertido también para el espectador, de lo contrario se corre el riesgo de caer en la indescifrable categoría de la Fórmula 1.

¿Tan complicado es deducir que este “deporte” existe sólo por el capricho de un puñado de millonarios para probarle a otro quién tiene más dinero para comprar el motor más ruidoso?

Conclusión: todo sería distinto, por no decir mucho más emocionante, si las carreras de coches tuvieran reglas de verdad. Ejemplo: calcar el reglamento de la película “Carrera mortal 2000”. ¡Ya hemos superado por dos décadas el nuevo milenio y seguimos sin presenciar en las pistas a coches con picos en los rines y metralletas en el capote! Eso sí que sería digno de llamarse deporte, o cuando menos, un show que bien justifica la insolación y los bolsillos vacíos en el espectador.

2 Comments
  1. Responder
    Mechon

    -¡Wow, mira! ¡Un helicóptero con una bandera!
    -¡Grábalo grábalo!

    • Responder
      Rodrigo Solís

      Jajaja

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