No es secreto para nadie que los alimentos necesitan conservadores para poder perdurar en las estanterías de los supermercados, es decir, químicos cancerígenos que nos terminarán matando a la larga (o a la corta).
De igual forma, la vida misma, si quieres que dure, necesita conservadores.
A menos que seas un rico heredero, debes trabajar para poder comer, pagar la renta, conseguir medicinas, llegar a fin de mes, pues. Son necesidades básicas que debes cubrir para no sucumbir en el camino.
Para lograrlo, reitero, necesitas trabajar. Ese es tu conservador. Ya sea para otra persona o para ti mismo. Da igual. Según la Ley Federal del Trabajo, debes entregar 8 horas. Solo recuerda que el día tiene 24, y si lo que tú quieres es realmente destacar, agrega otras 4 horas. Hazlo día a día, mes a mes, año a año, incluidos los domingos.
Llámalo disciplina, rutina o simplemente supervivencia. Eso fue lo que me catapultó, hace un par de años, al otro extremo del país. Compartí sala con leyendas vivientes como Andrés Bustamante y Guillermo Arriaga. Como uno más. Y este golpe de suerte jamás se hubiera producido si no llevara años dedicando 4 horas extras de mi día a lo que tengo que hacer, que no es lo mismo que hacer lo que me gusta.
Por eso, en aquel viaje al otro lado del país, me voló la cabeza el sujeto que subió al escenario dando piruetas y giros enfundado en una camisa de lentejuelas que haría ruborizar al mismísimo Liberace (más tarde supe que era un referente mundial del ballet), cerrando su conferencia con las siguientes palabras: <<Mi carrera es corta y yo llegué tarde a ella… pero soy consciente de ello, por eso, todos los días destruyo mi cuerpo para crear arte>>.
Toda esta verborrea es para decir que no siempre podrás conseguir lo que quieres, pero si estás dispuesto a inmolarte por lo que crees, hay veces, muy raras veces, como bien dijo el filósofo Jagger, es posible que lo consigas.