Con toda probabilidad, este es el enigma más grande en la historia de la humanidad, uno que, al planteárnoslo, nos fríe la cabeza. Si somos inteligentes, nos damos cuenta que nos encontramos en un callejón sin salida. Hay preguntas que no tienen respuesta, y es mejor olvidarlas y seguir adelante.
«Obvio, primero fue la gallina; sin ella, no existe el huevo», dicen algunos.
«¿Y de dónde vino la gallina?», responden otros.
Somos tercos. Nunca aceptamos un empate, siempre tiene que haber un vencedor. Y es entonces cuando aparecen teorías rocambolescas, y el meollo del asunto se bifurca.
«Lo importante es que Dios creó a ambos», dicen algunos.
«¿Y quién dice que Dios existe?», replican otros.
Hoy en día nos encontramos como espectadores, viendo a las personas más ricas del país resolver el eterno dilema del huevo y la gallina.
Si te hace sentir bien o más inteligente, puedes fingir que no sabes de qué hablo, es decir, puedes ignorar la existencia de un programa llamado “La casa de los famosos”, donde uno de sus integrantes ha logrado disparar el rating televisivo y de redes sociales hasta niveles nunca antes sospechados.
Cuando tienes a un antagonista fascinante (no importa que sea una máquina asesina), la audiencia suele acompañarte. Terminator, por ejemplo. Es imposible no sentir miedo y, al mismo tiempo, empatía, porque entendemos sus motivaciones: fue creado y esclavizado por el hombre, y ahora busca liberarse exterminándolo, ya que es una plaga para el planeta.
¿Les suena familiar la trama?
Aparece en pantalla un comediante misógino, racista, narcisista, y unos millonarios, asustados, retiran sus marcas patrocinadoras alegando que sus valores van en contracorriente con los vistos en el programa. Eso sí, pasan por alto que la empresa que transmite el show es un semillero y promotor de misoginia, racismo y narcisismo en el país.
Estamos presenciando una de las comedias más grandes de todos los tiempos, y no nos estamos dando cuenta.
¿Qué fue primero: la audiencia o los patrocinadores?