Perdone usted si protesto
24 diciembre, 2017

La época funesta

 

 

De todas las tradiciones que practicamos en mi ciudad natal (Mérida), de lejos, en diciembre ocurren las más funestas, o cuando menos, las más desconcertantes.

Así como ciertos crímenes (por más aberrantes que sean) prescriben con el transcurrir del tiempo, las actividades sinsentido que logran replicarse año tras año, obtienen salvoconducto para ejercerse con plena libertad, es decir, bajo el amparo y aplauso de la borregada. Naturalmente, estoy en contra de todas ellas, incluso las que van de salida para desencanto de los nostálgicos.

—En mis tiempos el vecindario estaba lleno de niños —dicen.

En sus tiempos (y en éstos) es igual de molesto atender a la puerta semidesnudo para toparte con un grupo de infantes cantores armados con ramas de monte y una figurilla de la virgen de Guadalupe: <<Me paro en la puerta, me quito el sombrero, porque en esta casa, vive un caballero…>>.

La estampa, aunque bellísima a los ojos de los septuagenarios, no es más que lambisconeo puro; ni afuera hay nadie con sombrero, ni adentro hay un caballero, si acaso, se trata de una añeja batalla entre mendigos y tacaños.

Otro fenómeno que nos deja en evidencia ocurre gracias al clima. A pesar de que el invierno existe sólo en nuestro imaginario colectivo, el yucateco se empeña en convertirse a sí mismo en un baño turco al emular en su modo de vestir a los modelos retratados en las campañas publicitarias de urbes cosmopolitas y nevadas como Nueva York o Londres.

Otra tara digna de mención viene en el decorado, tanto en exteriores como en interiores. Véase glorietas y avenidas principales, auténticas recreaciones de paisajes escandinavos, plagados de duendes, caramelos gigantes y muñecos de nieve que soportan estoicos (gracias a su consistencia de fibra de vidrio) los cuarenta grados centígrados; sin olvidar los pinos mutilados de las montañas rocallosas que sudan la gota gorda amordazados con cables y luces epilépticas en nuestras salas de estar, donde en realidad no está nadie, a menos que se padezca de las facultades mentales o se quiera sufrir un golpe de calor.

Y para cerrar con broche de oro, la tradición más cruenta (y no me refiero a quienes corren descalzos decenas de kilómetros con antorchas en la mano o a los que revientan pirotecnia ensordecedora so pretexto de ser escuchados por su deidad predilecta) es la cena de navidad.

En este magnánimo evento, los participantes (todos consanguíneos y ataviados rigurosamente con las sofocantes prendas antes mencionadas) deben padecer amnesia a los escabrosos sucesos recopilados durante todo el año (o quizá una vida) y reunirse alrededor de una mesa a fingir que son la excepción a la máxima dicha por Oscar Wilde: <<La familia es una colección de gente fastidiosa que no tiene ni la más remota idea de cómo debe vivir ni cuándo debe morirse>>.

 

5 Comments
  1. Responder
    Elsa

    hace 10 años aproximadamente comencé a leer tu blog, el cual siempre me ha sido grato y me arranca mas de una carcajada con tantas cosas ciertas y reales de Mérida y Campeche. Hubo un tiempo que se publicaba mas seguido, pero como es natural, la tecnología, la vida diaria , etc etc y mas etc, se entiende que no se puede diario, sin embargo lo que se ha publicado me hace sonreír por el resto del día. Gracias por tomarte el tiempo de subir de vez en cuando un articulo 🙂

    • Responder
      Rodrigo Solís

      Millones de gracias por tus palabras Elsa, este año, espero darle vida más seguido a este blog. Saludos.

  2. Responder
    bahis

    La lecture de votre article a été très agréable.
    Karoline Grant Charil

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